Historia erótica “Hotel Delicias” – Rouze x Easytoys

Hotel Delicias

Episodio 1 – “Hotel Delicias

Indie respira profundamente y deja escapar un nuevo suspiro por la boca. Se detiene ante la puerta de madera con picaporte dorado y una impresionante vidriera. Contempla las flores, los pájaros y los árboles. Luego empuja el picaporte dorado y entra en el vestíbulo. El hotel es aún más bonito de lo que Indie había imaginado durante los últimos días. El vestíbulo es enorme, las baldosas del suelo son de un precioso gris veteado con mármol rosa pálido. Todo aquí es deslumbrante: un perchero antiguo cuyos ganchos son cabezas de león, una estatua de la Virgen de pie en la esquina del vestíbulo o las pantallas de lámparas de vidrio estilo art déco.

Allí está la agente inmobiliaria, y por lo que parece es una mujer algo mayor que Indie, vestida con un traje sobrio y formal. Indie no puede evitar preguntarse qué aspecto tendría sin ese traje… Es una costumbre que aporta placer a su vida diaria: ver a todo el mundo como seres sexuales. Se siente viva interactuando con los demás así, coqueteando. Mirarse el uno al otro sólo el tiempo justo, una sonrisa disimulada, tocarse accidentalmente… Selecciona a sus personas favoritas por las mismas ganas de vivir y la misma curiosidad, la misma mirada traviesa en los ojos. Indie está segura de su plan: sabe exactamente cómo administrará su hotel y quién vendrá a ayudarla. Sólo queda ultimar los detalles: una firma en el contrato. En su mente, todo ha tomado forma desde hace tiempo. “Todo es casi tuyo”, dice la agente mientras le guiña un ojo. ¿Podría ser esa la mirada traviesa que reconoce entre miles?

Juntas recorren el hotel una vez más, una revisión final antes del momento oficial de la firma. Empiezan en el vestíbulo, donde hay un mostrador de facturación de una madera de roble bellamente lacada, una campana dorada, preciosas sillas vintage con flores, con reposabrazos de madera y patas sorprendentemente elegantes. Y su mueble favorito: un armario de llaves del que cuelgan las grandes y pesadas llaves doradas de las habitaciones, como pequeños regalos. El techo aquí es alto, con suntuosos adornos bajo los cuales cuelgan los candelabros. Aquí es donde ella se imagina a Simón. Es el único del equipo al que no conocía antes de su entrevista. Llegó con la gorra del revés, lo que la hizo reír y con su encantadora actitud despreocupada. Con su alegría, la cautivó de inmediato: los ojos traviesos (comprobado), las ganas de vivir (comprobado), la curiosidad (comprobado), sin duda. No sólo le habló de él, de su ambición de conquistar el mundo como DJ, sino que también le preguntó todo sobre ella. “Es joven”, piensa ella, “y, por suerte, aún no está del todo domesticado”. Ella disfrutó de su energía y está segura de que será el anfitrión perfecto para que todos los huéspedes se sientan a gusto.

La agente lleva a Indie, tras echar un vistazo a su despacho (¡su despacho!), a la cocina. Pasan por delante de la isla de cocina, los 24 fogones, el enorme horno de piedra, los grandes frigoríficos, todo limpio y metálico y con una iluminación extraordinaria. Incluso antes de que Indie estuviera segura de que el hotel sería suyo, ya había sondeado a Anthony. Hmmmm… Anthony. El chef del restaurante del que había sido encargada antes. Un mes antes de que ella dimitiera, él se había incorporado a la cocina. No llevaban mucho tiempo trabajando juntos, pero ella se había dado cuenta de su diligencia, del cuidado con que lo preparaba todo, del cariño que ponía en sus platos. No era ningún secreto que quería ganar una estrella Michelin. Y bueno, si era totalmente sincera, también había captado su curiosidad con sus ojos oscuros y su voz suave pero firme, con la que de repente podía proclamar todo tipo de verdades filosóficas. Y sí: estaba guapísimo con su chaqueta de chef. Indie y la agente pasean ahora por las 20 habitaciones del hotel, que ella vio extensivamente la última vez. En cada habitación hay una preciosa alfombra de color burdeos, un sillón de terciopelo diferente, con un cubrecama de los mismos distintivos colores. Indie se imagina dejar un paquete sorpresa en la mesilla de noche para cada nuevo huésped: una venda de satén, un juguete, tal vez incluso algo que las parejas puedan probar juntas. Puede imaginárselo todo: el tintineo de las llaves doradas de las habitaciones, risas y murmullos tras las puertas cerradas, y quizás incluso los crujidos de las camas y suaves gemidos, si tiene suerte. Un hotel lleno. Su hotel. El Hotel Delicias.

A medida que bajan las escaleras, Indie recorre con la mano la suave barandilla de madera. Terminan el recorrido ante las puertas francesas que dan al jardín. Es un verdadero paraíso verde en medio del caos de Ámsterdam. Aquí no se oye el tintineo de los timbres de las bicicletas, las furgonetas de reparto, las barcas a motor que pasan por los canales, ni los tranvías: es un lugar silencioso, perfecto, divino. Una bandada de periquitos de cuello verde pasa volando. Todo está en flor. Vuelve a respirar profundamente. No puede evitar ver también lo que queda por hacer en el jardín. Y sabe exactamente qué manos son las más adecuadas para darle un buen repaso a ese vergel…. Greg. De repente, nota que su corazón late más rápido cuando piensa en él. Sus maravillosas manos, grandes y fuertes. Greg es el único que conoce desde hace meses. Había pasado por su piso para arreglar un canalón que había provocado una gotera enorme en su dormitorio. Había sido justo después de aquella terrible ruptura, cuando los desastres parecían acumularse unos tras otros. Es curioso, parece que fue hace tanto tiempo. Greg vivía a pocas calles de distancia, convenientemente cerca para poder solucionar cualquier pequeño apaño que fuese necesario. Ella siente algo especial por él, no sabe exactamente por qué. Hay algo en él que parece pecaminoso: tiene un gran cuerpo, y sus movimientos son siempre deliberados y lentos, como si una persona más pequeña viviera dentro. La última vez, él la había ayudado a mover un pequeño magnolio, y bajo sus flores rosadas, ella ya no pudo contenerse: lo había mirado y lo había besado suavemente. Al principio él se mostró reacio, pero rápidamente ella pudo sentir el deseo en su cuerpo. Quizá no fuera muy prudente en esos momentos, a punto de empezar a trabajar con él a diario, pero ella deseaba estar más cerca de él.

De vuelta en el vestíbulo tocaba volver a la realidad. Finalmente, los papeles…. La última firma. Mientras, la agente descorcha una botella de champán y sirve dos copas. Ahora sí que es todo tuyo.

¿Cómo se siente? Pregunta ella.

Indie no puede contener la risa.

“Increíblemente abrumada”, se ríe. “Exactamente como me gusta la vida”.

La serie “Hotel Delicias” es una producción de la plataforma de audio erótico Rouze. Aviva tu imaginación y escucha (o lee) las historias en www.rouze.me. Esta serie fue creada en colaboración con Easytoys.

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