Historia erótica “Hotel Delicias” 8 – Rouze x Easytoys

Hotel Delicias

Episodio 8: “Un domingo perezoso”

Cuando Indie se despierta el domingo por la mañana, a pesar de la larga noche, siente que aún no ha descansado del todo. Ha sido una semana larga y agotadora. Se masajea suavemente las sienes. Inhala y exhala lentamente, exactamente como Anthony le enseñó. Por primera vez, tiene un día para ella sola… Un día entero para ella. Se apoya en el cabecero de la cama, con el pelo enredado de tanto dormir y una camiseta extragrande a modo de camisón. Piensa en qué hacer con este domingo libre.

Nooooo, piensa, ¡¿será posible que me vuelvan a necesitar?! Mira la hora: son las nueve y media.

Indie se levanta de la cama, intenta poner su cara de “todo bajo control” – una leve sonrisa en la boca – y abre la puerta. Es Anthony. Se aparta ligeramente a la derecha y puede ver lo que hay detrás de él: el carrito del servicio de habitaciones que contiene una taza de café humeante, un vaso de zumo natural recién exprimido y una bandeja cubierta con la clásica campana de color plateado que ella misma compró como forma de guiño a la decoración tradicional del hotel.
“Desayuno para la señora”, dice Anthony.
Él sonríe ampliamente, es la sonrisa más grande que jamás le ha visto. Aparecen pequeñas arruguitas alrededor de sus ojos, y parece joven y sabio al mismo tiempo. Indie retrocede sorprendida.
“Anthony…”, dice en voz baja. Y se pasa una mano por el pelo mientras con la otra se baja apresurada la camiseta.
De repente se siente vulnerable bajo su mirada. De alguna manera se siente agradablemente vulnerable. Levanta los ojos de nuevo y dice:
“Oh, Anthony, esto es exactamente lo que necesitaba, ¡qué bonito! Entra”.

Su propia vivienda es casi idéntica a las habitaciones del hotel del piso de abajo. Puso una separación con puerta entre dos habitaciones, así que ahora cuenta con un salón y un dormitorio. Se sienta en el borde de la cama y espera a que Anthony le revele lo que hay debajo de la tapa. Él le está montando todo un espectáculo, primero le ofrece la taza de café, asegurándose de que se recline cómodamente en los cojines, y luego, como un verdadero showman, vuelve a su carrito. Mantiene un intenso contacto visual con Indie: ella se sobresalta por la severidad de su mirada, y de repente vuelve a sentirse vulnerable, como el otro día cuando él la colocó exactamente como quería en la silla de la cocina. Algo le cosquillea en el pecho. ¿A qué tipo de juego está jugando? Ya se siente excitada por la tensión. Él levanta la tapa de metal brillante y le muestra lo que hay debajo de la bandeja. Vislumbra cuatro cuerdas negras y lisas enrolladas una detrás de otra, con los extremos lisos como cordones. Claro que conoce las cuerdas de bondage de los escaparates del sex shop del centro, y sí, incluso las ha probado una vez con un ex amante, pero en realidad no es realmente lo suyo. Ella lo que prefiere es tener el control sobre la situación.
“Oh, ¿eso es parte de desayunar en la cama?… ¿Para qué lo vas a usar?”, pregunta.
Ella disfruta de la sonrisa confiada que aparece en el rostro de Anthony.
“Voy a usarlo para que te relajes por completo, sé que te vendría bien después de la semana pasada…” dice.
“¿Relajarme?”, pregunta Indie. “¿Mientras estoy atada?”
“Ajá” dice Anthony. “La libertad, por definición, surge de la restricción, lo sabes, ¿verdad?”, le replica mientras le guiña un ojo. Luego coge las cuerdas de la bandeja y se las lleva a Indie a la cama. “Siéntelo”. Le pone las manos sobre la cuerda y deja que se deslicen por el material. “No te van a hacer daño.”

Ella le mira y siente el impulso irrefrenable de besarle, de besarle de verdad. Se levanta y se acerca a él. Le pone la mano en la mejilla y deja que la otra se deslice desde su cuello hasta su nuca.

Indie lo abraza así por un momento, mirándolo profundamente a sus hermosos y sabios ojos, y luego lo besa… suavemente, ligeramente, con picardía.

Anthony la empuja sobre el colchón y le separa los brazos. Se sienta encima de ella y, con gran precisión, le ata un nudo que ella desconoce alrededor de la muñeca y el otro extremo de la cuerda a uno de los barrotes de la cama. Luego vuelve a mirarla, como si le pidiera permiso. Ella siente un suave temblor en el cuerpo y anhela lo que viene a continuación. Asiente. Luego le ata también la otra muñeca a la cama. Se sienta a horcajadas sobre ella y la mira.
“Tira”.
Indie siente que la cuerda se tensa alrededor de su piel, pero realmente no le aprieta demasiado. Es una sensación agradable, casi como si la estuvieran sosteniendo con las manos.
Anthony comprueba que hay hueco entre sus muñecas y la cuerda, para asegurarse de que no estén demasiado apretados.

“¿Y ahora?”, pregunta ella.
“Y ahora, nada por un momento”, dice.

Indie siente una mezcla de sentimientos que recorren su cuerpo: alivio, elevación, vergüenza, fatiga, relajación, irritación. El peso de Anthony descansa sobre su pelvis, está realmente atrapada, no tiene a dónde ir. Tal vez le está empezando a gustar perder el control un poco… Y luego, después de una gloriosa eternidad, Anthony se inclina y la besa.

Una lengua que le lame los labios, unos dientes que muerden suavemente, que abren su boca, la boca de él. Indie siente que desaparece por completo. Luego le besa las mejillas, el cuello, los hombros y, él juguetón, le clava los dientes en la parte superior de los brazos, que se tensan para acercarse a él. Él sonríe. Ella se ríe porque él se ríe. Sus labios descienden por sus brazos hasta su pecho, donde le sube la camiseta extragrande y por un instante, rodea su pezón con la lengua y luego desciende aún más, trazando un rastro de besos por su vientre, para apretar después su boca contra sus bragas y lamerla un par de veces a través de la tela. Sus grandes manos recorren las curvas de su cuerpo y la calientan. Rodea sus nalgas con las manos.

Indie no desea otra cosa que Anthony le quite las bragas y que le aplaste la lengua contra su piel desnuda. Ella siente que su vulva arde, casi se retuerce deseosa de que la toque. Y, sin embargo, ella sabe que no debe pedírselo. Ahora se ha dado cuenta de que este juego se juega según sus reglas.
De repente, oye el zumbido reconocible de su propio vibrador de bala.
“Se me ha ocurrido echar un vistazo a lo que hay en tu mesita de noche. Sé lo que quiero hacer con esto,” dice Anthony. Vuelve a cernirse sobre ella. La mira con severidad, pero una sonrisa se dibuja en sus labios.
“Cierra los ojos”, continúa. “Cuando te atrevas a confiar en la oscuridad, serás verdaderamente libre”. Indie cierra los ojos y vuelve a respirar profundamente.

Al exhalar, siente el vibrador contra el interior de sus muslos, Anthony desplaza lenta pero firmemente el dispositivo hacia sus labios. Siente cómo la tensión, que se ha estado acumulando en su cuerpo durante toda la mañana, está a punto de estallar. Casi se retuerce bajo sus caricias. Sostiene la suave punta de la bala contra su clítoris y ella siente el familiar cosquilleo que fluye desde abajo, hacia su vulva, su clítoris, hasta que una contracción pulsante comienza en su interior. Cuando está completamente abierta, Anthony empuja el juguete dentro de ella. Vibra en todo su interior, y cuando también le pone la lengua en el clítoris, ella jadea.

A un ritmo lento, la lame hacia el clímax. Sabe exactamente en qué momentos acelerar, ralentizar, apretar más o apretar menos. Después de un ratito, ella ya no puede sentir lo que su lengua, sus dedos y el juguete están haciendo por separado. Toda la parte inferior de su cuerpo se ha convertido en una masa increíble y ardiente, y siente cómo la sensación la eleva y cómo recorre su cuerpo hasta que se desliza hacia un orgasmo sofocante…

Indie recupera el aliento y vuelve a preguntar: “¿Y ahora?”
“Ahora te desato”, dice Anthony. Y, por lo que a mí respecta, hoy tienes el resto del día libre”.

La serie “Hotel Delicias” es una producción de la plataforma de audio erótico Rouze. Aviva tu imaginación y escucha (o lee) las historias en www.rouze.me. Esta serie fue creada en colaboración con Easytoys.

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